«Henry James nunca deja que se le escape una frase. Sus frases no son nunca aburridas, ni nunca demasiado brillantes.» Willa Cather
«Bueno, intento darle a la gente lo que quiere. Es un trabajo duro.» «Lo que quiere la gente es justo lo que no se cuenta, y yo voy a contarlo.» Así define George Flack –representante de la prensa, «la gran institución de nuestro tiempo»– su profesión, y el papel que está determinado a desempeñar en ella. Frente a este elocuente cazador de lo que hoy llamaríamos noticias del corazón, se alza un cuadro internacional típicamente jamesiano: un rico viudo norteamericano alojado en un hotel de París con sus dos hijas, una de ellas prometida a un joven de una familia también norteamericana, pero ya tan afrancesada que «el sentido de la familia no era entre ellos una tiranía sino una religión». Disparidades de cultura y de modales, de sinceridad y de aspiraciones, tendrán que ser delicadamente vencidas para consolidar el compromiso entre los dos jóvenes... antes de que el voraz periodismo se inmiscuya dispuesto a airear «todo lo que es privado y espantoso». En El Eco (1888) Henry James anticipa el tráfico de intimidades que será característico de nuestra época con una novela sagaz y formalmente ligera que él mismo definió como un jeu d’esprit, pero donde el aire de comedia incuba disyuntivas espinosas y decisiones formidables.