Segunda parte de la trilogía del 9 de abril.
La ciudad es el cadáver inmenso de una muchedumbre sin esperanzas.
Viernes 9 de abril de 1948. Jorge Eliécer Gaitán ha sido asesinado. Y
cada rincón de la ciudad, cada voz enardecida, atónita o angustiada, se
pronuncia para narrar los hechos que hicieron de Bogotá un caos lleno de
rabia y dolor. La palabra pasa de boca en boca para construir el mapa de
este lugar que terminará en llamas. Un historiador ve cómo se tambalea
Gaitán después de oír dos disparos. Un taxista decide no limpiar nunca
la sangre que dejó el moribundo en su cojinería. Un cura reza para que
el herido muera. Un linotipista deja a su esposa y a su hijita enferma
para ir a llorar entre la multitud la muerte del caudillo. Unos policías
se visten de civil para unirse a la horda que clama venganza. Una mujer
celosa mata a su marido y lo oculta entre un reguero de muertos. Y en la
noche, cuando la ciudad encarna la ruina y el desastre, Ana busca con
insistencia amorosa a su marido mientras los dueños de las mansiones al
norte de la ciudad, entregados a su imaginación y escondidos en una casa
abandonada, esperan el amanecer y especulan sobre el desastre y sus
posibles consecuencias.