Cómo construye poder el kirchnerismo con un relato falso que contradice los hechos de la realidad? A pesar del discurso progresista, centroizquierdista y biempensante que busca sostener el gobierno nacional, la presidenta Cristina Fernández se alía en las provincias con los representantes más retrógrados de la Argentina feudal. En el interior del país el kirchnerismo se expresa a través de gobernadores todopoderosos que basan sus políticas en un rancio conservadurismo, en la represión a la oposición y a las manifestaciones de lucha y en un clericalismo que coarta los derechos más elementales de las mujeres y de los niños. A medida que se profundiza la crisis que vive su gobierno, con mayor tenacidad persiste Cristina en su sociedad con los caciques provinciales. ¿Cómo es y quiénes protagonizan el kirchnerismo feudal? En la Formosa de Gildo Insfrán –un hombre que actúa como un monarca y que se aferra al Poder Ejecutivo desde hace más de dos décadas– el gobierno reprime con grupos de asalto a chicos de quince años por tomar una escuela, mientras sus funcionarios protagonizan escándalos ligados al narcotráfico o se enriquecen con la obra pública sin pudor. En la Tucumán de José Alperovich suceden crímenes como el asesinato de Paulina Lebbos y los fiscales adictos hacen todo lo posible para entorpecer a la justicia, ya que se sospecha que los autores serían “los hijos del poder”. En la Salta de Juan Manuel Urtubey se dicta la materia de religión católica en las escuelas públicas al mismo tiempo que la falta de educación sexual provoca pandemias de embarazos adolescentes. En Santa Cruz, el pago chico de los Kirchner, se reprime, se detiene en centros clandestinos y se tortura a trabajadores que protestan contra el impuesto al salario. El libro de Diego Rojas se adentra en estas historias tremendas e increíbles para mostrar con elocuencia que los cambios en la Argentina de la década no han sido estructurales. Su investigación expone la flagrante declinación del relato kirchnerista.