«En el poder, la traición privada es pública.»
A finales del siglo XIX en Estados Unidos, un empresario venido a menos desafió los poderes establecidos en Washington. Joshua Abraham Norton I se autoproclamó Emperador de Estados Unidos y, más tarde, protector de México. Salvo una que otra mención, su recuerdo se perdió en el olvido. Una de las pocas fotografías que le sobrevivieron se encuentra en San Jacinto de las Palmas, pueblo de montaña y próximo al mar en el norte de México, donde ha muerto Don Andrenio, su regidor, terrateniente y benefactor. Sus últimas palabras imploraron evitar que el heredero de la familia Gracián fuera suplantado por Aurelio Guevara; ambicioso y manipulador que amenazaba a un lugar como tantos en el país, hecho a la tranquilidad de sus vicios.
El fracaso del nuevo gobierno propiciará la farsa de un régimen de ficción que ocupará el lugar de la realidad. Norton I replicó a Napoleón. El joven Andrenio Gracián seguirá la imagen del emperador. Ante la corrupción y los abusos del poder atrás del poder que representa la falta de escrúpulos de Aurelio, San Jacinto de las Palmas optará por ser súbdito de El mal menor.
Satírica y al mismo tiempo cruda y desencantada, El mal menor es
en más de una manera una fábula política que juega con los defectos y miedos de la vida pública mexicana.