La vida en Matavilela, nombre del barrio en la ficción, es sobrevivencia de lo más precaria y desafiante.
El viejo centro de Guayaquil ya no puede contener a los desheredados de la suerte y los expulsa hacia el sur. El desalojo e invasión se imponen. La cachinería, la prostitución y el fútbol callejero son naturales. Todo esto contado en un lenguaje que conjuga las imágenes poéticas con la jerga de su época.
La aparición de El Rincón de los Justos (1983), la primera novela de Jorge Velasco Mackenzie (1948-2021), superó cualquier expectativa. La inserción de un mundo pequeño y compacto, en una urbe que se expandía hacia el sur, es uno de sus mayores méritos. Ese diseño en apretados rasgos —calles, conventillos, cantinas— contiene una red de personajes que marcan el paso de ingente humanidad. La vida en Matavilela, nombre del barrio en la ficción, es sobrevivencia de lo más precaria y desafiante.
Dos devociones populares abrazan la historia de los personajes: la religiosa, dedicada a la beata Narcisa de Jesús, y la mundana, a la figura y voz de Julio Jaramillo, que acompaña las penas y los sueños de los habitantes de Matavilela.
Cecilia Ansaldo Briones