Una nueva y polémica mirada sobre uno de los asesinatos políticos más
resonantes de los 70: al padre Mugica lo mató la derecha peronista,
pero sólo porque las organizaciones armadas lo "sirvieron en bandeja".
"Muchos de los guerrilleros tampoco son pueblo (...) Son
pequeñoburgueses que aprenden la revolución en un libro y juegan con el
pueblo. ¡Le quitaron la alegría tremenda al pueblo de experimentar a
Perón presidente dos días después de haber sido elegido presidente!
(...) un error tremendo de la burocracia montonera, la nueva
burocracia." Padre Carlos Mugica. Chivilcoy, noviembre de 1973.
En medio de las balas que marcaron el turbulento regreso de Juan Domingo
Perón a la Argentina, un hombre, un sacerdote, enfrentó a José López
Rega y también a los Montoneros, en un caso inédito no sólo de lucidez,
sino de lectura de un escenario que habría de tener final trágico.
Ese hombre se llamaba Carlos Mugica.
Aquí se exploran sus últimos diecisiete meses de vida: su lucha por la
paz, su profunda confianza en Perón, su papel en la fundación y
consolidación de la JP Lealtad -la mayor disidencia interna que tuvo
Montoneros- y el Movimiento Villero Peronista Leales a Perón, que
llevaron a buena parte de la Juventud Peronista y de las bases villeras
a alejarse de las armas. Pero sobre todo se analiza el modo en que esto
influyó en la ruptura de Montoneros con Mugica y la manera en que el
sacerdote terminó siendo amenazado, insultado y, finalmente, entregado.
Porque el gatillo que se cobró la vida de Mugica el 11 de mayo de 1974
pudo haber sido accionado por la Triple A, pero el tiempo dejó a la
vista que el padre fue entregado por nosotros.