Ocho décadas dan para mucho y más cuando no paras, no sé si por carácter o por no pensar demasiado en determinados episodios de la vida. Siempre preocupada y entregada al trabajo, a la familia… oyendo los consejos de una madre, de una pareja, de una amistad… y desoyendo las propias voluntades. Levantándose y volviendo a caminar tropiezo tras tropiezo. Estamos marcados por nuestros orígenes, ¡no intentemos ignorarlo! Nos acompañan allá donde vayamos, hasta la muerte. Ojalá este libro caiga en manos de alguien que comparta esas raíces que mi madre no tuvo el valor de abonar.