A finales del siglo XIX comienzan a sentirse los primeros gritos de alerta. Si en el XVI el pueblo rector era Italia, en el XIX Francia ocupaba el sitio de honor reservado a los caudillos artísticos, concretamente París. Y en París comienzan a sonar nombres y a exponer pinturas unos artistas que se revuelven inquietos bajo el peso del esteticismo impresionista. Toulouse Lautrec y Van Gogh son dos de los más representativos que se orientan por el camino del expresionismo.