Un escritor, una historia; la historia del escritor y del libro. Una
ficción sin mentiras. La novela que hay que leer.
Una historia encuentra la clave para ser contada cuando la voz, los
incidentes menores, los desenlaces conjeturales otorgan ese tono de
transmisión que garantiza no nuestra confianza sino nuestra credulidad.
Un hombre, su separación afectiva; sus planes. La mezcla de experiencia
y proyecto. La relación con alguna literatura precedente, algún cuento
muy breve que encuentra nuevo cauce. Las caminatas, los encuentros
casuales y no casuales, Calamaro, los hábitos acendrados -el mate,
cierta fruición macedoniana-, todo cumple la trayectoria de la
literatura. Todo se reafirma después, cuando conocemos gracias al
«Diario de un escritor de ficción», los otros pasos en procura de esa
segunda misión solapada: conseguir que lo escrito se publique.