Este es un libro importante, necesario, lleno de poesía y de belleza; de pensamientos que se narran, de ideas que flotan como luciérnagas en la oscuridad del campo. Se trata de una correspondencia entre dos mujeres, entre dos saberes, entre dos miradas. Como ellas mismas escriben, la idea es que " ese grito se haga compost con la fuerza creadora y desbordada de brujas vencidas, campesinas heréticas, cantadoras indescifrables, tejedoras pacientes, enigmáticos seres llenos de deseo, malabaristas de la cotidianidad, versadas en el recomenzar y en honrar a los muertos; danzadoras en el vacío, cuando todo parece perdido; serpientes y perras generosas, diosas sin reino, rebuscadoras de la hierba que crece en medio de lo agrietado; recicladoras del desperdicio, descreídas del éxito y los ritmos rápidos, amantes del tacto y los tiempos lentos; respetuosas del silencio y sus memorias tumultuosas, de las heridas que sanan aunque no se cierren, de la rabia que se desborda en ganas de cambiar lo que daña, aunque no deje de doler, y de la risa que libera y recompone, en actos sutiles o a veces rebeldes; extrañas, ajenas a este mundo de conquistas y terror, por ahora tal vez extraterrestres, pero muy mundanas, muy de la tierra, de otros territorios posibles también".