La obra analiza la organización militar de la frontera noreste de Nueva España, después México independiente, y abunda en la idea de que ésta conservó un carácter eminentemente ibérico-medieval desde que los españoles llegaron en el siglo xvii hasta bien entrada la segunda mitad del siglo xix. A través del estudio de cuatro poblaciones, dos en Texas y dos en el noreste de México, expone cómo las tradiciones medievales sobrevivieron a pesar de los intentos de las autoridades metropolitanas coloniales de imponer modelos más “modernos”, y explica cómo los antecedentes formativos de los colonos europeos en Norteamérica contribuyeron a delinear la formación cultural del subcontinente.