El ilustre caballero Hernán Pérez del Pulgar, el que consiguió entrar una noche en la cercada Granada nazarí y tomar posesión de su mezquita mayor en honor a la Virgen. Uno de los más destacados protagonistas de este periodo de la historia, el reinado de los Católicos Reyes, que cimentó las bases de un largo periodo hegemónico no solo en lo militar y lo político, sino también en lo artístico y lo científico.
Europa vio eclosionar un mundo nuevo, en su vetusto solar y allende los mares, en todo el orbe conocido.
Marta Castro en este relato ágil, dinámico y ameno, no exento de rigor, nos acerca, con los ojos de los principales protagonistas de ese tiempo, a uno de los hombres que gestaron el milagro. Un ciudadrealeño ilustre, intérprete activo de esa guerra de Granada, interminable, sangrienta, horrible, como son todas las guerras. Pero en ellas, un modesto castellano, al albur siempre incierto de las armas, a lomos de la fortuna puede alcanzar la más alta de las glorias.
Hernán es un protagonista de su tiempo. Un hombre curtido en el duro oficio de la milicia, con los pecados y virtudes que ello implica, poliédrico y complejo, a ratos arrogante y violento, las más veces piadoso, noble, pero, sobre todo, valiente. Una pétrea losa selló su tumba en Granada, y tras ella solo quedó el silencio.
Marta consigue con esta novela que la cruel losa del tiempo, el olvido, no se enseñoree de Hernán y su memoria, porque como ella nos recuerda: la memoria del pueblo es corta e injusta con sus héroes.