Historia de un siglo representa un intento aparte, una incursión “extravagante” hacia otros terrenos que no son los que habitualmente recorro. Entre el 5 de junio de 1919 y el 22 de enero de 1920, di al diario una serie de artículos sobre la historia del siglo XIX, notas de un lector de libros para lectores de periódicos, encaminadas a recordar los antecedentes de la que entonces se nos prometía como la última guerra. Estos papeles, guardados durante cerca de cuarenta años, han ido sufriendo retoques, adiciones y supresiones. De la perspectiva original, he conservado el enfoque sobre Europa, sin olvidar que el siglo vio nacer a las repúblicas iberoamericanas y avanzar vertiginosamente hasta el primer plano a los Estados Unidos. El conjunto bien merecía llamarse la Nueva Guerra de Cien años si, como quiere Hobbes, la naturaleza de la guerra no se funda tanto en los combates cuanto en la disposición general de combatir. Pero ya se sabe que guerras y tratos diplomáticos no agotan el contenido de la historia: son meras antologías de catástrofes o —si se prefiere— hilos sacados de la tela.