Pienso que los autos son una vía de escape perfecta para salir o para no volver. Creo que las mujeres, a diferencia de los hombres, cuando decidimos tener un auto –si lo podemos tener– lo elegimos para ser independientes. Para ir y venir. O sólo para ir y que después del polvo nadie tenga que pedirnos un taxi. Pero, sobre todo, creo que lo tenemos para dejar atrás parte del camino –aunque siempre lo sigamos relojeando por el espejo retrovisor– y recorrer, como se nos canta, kilómetros y kilómetros: de tiempo, de calles, de pija, de radio, de risa, de viajes, de ausencias, de amores. Aquí, apenas algunos. Con su habitual desenfado, con ese estilo por demás personal que marcó no sólo una forma de hacer radio sino también de encarar el mundo, Elizabeth Vernaci recorta anécdotas y recuerdos para transformarlos en veinte historias que van a fondo y no se ca-llan nada. El resultado es Kilómetros de Negra, un libro que puede leerse como una serie de relatos que van de lo más íntimo a lo que bien podría ser pura ficción, y que entre el amor, el desamor, el humor y lo no tan divertido dejan su marca imborrable en ese asfalto sembrado de sorpresas que es la vida misma. Eli Vernaci se dibuja una y otra vez en sus palabras de cada día. Podríamos decir que este libro es –les juego lo que quieran– un texto romántico, porque el autor está unido a su obra. Del prólogo de Alejandro Dolina