«Si alguien busca un panfleto, no lo encontrará en este libro», avisa
Beatriz Sarlo a poco de comenzar, advertencia que cobra la fuerza de una
revelación con el correr de las páginas. A Kirchner lo define un haz
contradictorio: concentración, velocidad e inteligencia; tenacidad,
conocimiento e impericia; fortuna y sangre fría; mezquindad con la
oposición, sectarismo, encierro.
Despótico, decidido, autoritario, valiente, rápido, ambicioso, sectario,
inteligente, hipócrita... Los adjetivos pueden apilarse sobre el
difunto ex presidente pero, antes de calificar, Sarlo prefiere relatar
los hechos, revisarlos desde el mismo comienzo, como el mejor modo de
comprenderlos. De qué manera Kirchner construyó poder -la multiplicación
de la fortuna personal como garantía de que, incluso perdiendo
elecciones, siempre estaría armado para volver-, ganó porciones del PJ e
inspiró un raro misticismo en los progresistas. Gran calculador y sin
embargo audaz, peleó todas las batallas e ignoró el retroceso. «Hay de
todo en estos años. Episodios de corrupción funambulesca; uso del
presupuesto nacional y de los planes asistenciales para mantener la
lealtad territorial de jefes políticos o sociales; cooptación y mano
dura, adulaciones y ninguneos, peleas y reconciliaciones; un aparato de
reparto de recursos que pasa por encima de las autonomías provinciales;
la inflación disfrazada por razones políticas, lo que implica ignorar
la pobreza que genera; el apoyo a la ciencia y la tecnología y, en
sentido opuesto, la destrucción del INDEC. También hay que incorporar al
balance el equilibrio presupuestario, la afirmación de la soberanía en
la toma de decisiones, la amistad con Chávez pero también con España,
Chile y Brasil; la política de derechos humanos respecto del pasado».