En La beca Pinochet, Tito encuentra una melodía en el tono justo para contar, a través de su experiencia y la de un puñado de sus amigos, lo que fue para legiones de chilenos sobrevivir a la dictadura y transitar hacia la democracia. En sus breves crónicas se condensa la experiencia de quienes crecimos entonando la Canción Nacional con sus dos estrofas y formándonos en los patios a la orden de: "Tomar distancia, a discreción# ¡Firmes!".
Matamala nos conduce a esos lugares a los que no quisiéramos regresar, aquellos que la memoria prefiere borrar o edulcorar con grandes dosis de fantasía. Con aplomo, Tito se resiste a la tentación de reescribir el libreto transformándose en superhéroe y logra mantenerse fiel a un punto de vista en que sólo podemos verlo como un ser humano a merced de fuerzas inmensamente superiores a las suyas. Lo hace con candidez, ternura y una enorme dosis de humor. Esa es la armadura que le permite regresar a ese pasado sin Dios.
No sé ustedes, pero yo voy a guardar este libro para que lo lean mis hijos y se asomen a la vida de millones de chilenos que no han tenido quien escriba su historia". Alejandra Matus.
Se le llamaba sarcásticamente la "beca Pinochet" al exilio que vivieron cientos, miles de chilenos luego del 11 de septiembre de 1973. Pero había otra, la real, la "Beca Presidente de la República Augusto Pinochet Ugarte", una ayuda monetaria para estudiantes destacados de escasos recursos que querían estudiar en la universidad. La beca que Tito Matamala ganó en 1981. En estas páginas, el autor va al rescate de la memoria para hacer frente al riesgo de volvernos ignorantes del pasado cercano. Con la profunda convicción de que es justamente la ignorancia el mayor peligro del que, como país, debemos escapar.