Una historia con vaivenes, cuya reconstrucción es a partir de la memoria: falaz, como cualquier recuerdo.
La casa inundada transcurre en la voz de un niño que se va explicando para reconocerse en el hombre que ahora se encuentra en un estadio de desesperación.
Una historia que nos explica por qué somos como somos.
Mario despierta y se encuentra en una habitación de hotel con una mujer de la que no recuerda ni el nombre.
Decide abandonarla ahí, salir por la puerta trasera y subir hasta una montaña. Mientras intenta reconstruir sus últimos días, una mantis religiosa se posa en su pierna: es su magdalena. A partir de ese momento se detona el regreso al pasado y empezamos a conocer su infancia, sus inquietudes emocionales, su particular construcción del mundo.
La relación tan cercana con su hermana, los primeros años en un entorno del exilio sudamericano, su primer amor, la separación familiar, el éxodo de sobrevivencia, la pérdida del padre...
"Somos nuestra tristeza y somos nuestro dolor, porque de manera inevitable, somos nuestro pasado"