Enrique Osorio y María, su hija de trece años, abandonan la ciudad para irse a la finca luego de un grave accidente de tránsito. María pasa los primeros días en el campo con el rostro vendado para proteger las heridas. En una atmósfera cada vez más agobiante y densa, Enrique consigue sobreponerse a los designios incierto del campo y saca adelante un sana y bonita cosecha de anturios y otras flos ornamentales.