La novela ganadora del Premio Planeta de España en 1970 puede considerarse un mordaz fresco de Latinoamérica. Fue calificada de "profética" por la intensidad de sus denuncias y por anticiparse a la dictadura de los setenta.
La acción se desenvuelve en un país indeterminado, pero sintetiza al continente y expresa nostalgia por su unidad perdida. Aún mantiene vigencia entre cientos de miles de lectores. El hombre, contradictorio y abismal, abre su anatomía en diversos cortes. Algunos personajes asumen rasgos caricaturescos. Su presencia y pensamiento en distintos planos suelen enhebrarse mediante el leit-motiv de la epístola, cursiva, puntuación o crueldad.
«La cruz invertida» provoca continuamente la reflexión. Numerosos capítulos llevan el título de los libros bíblicos en que se inspiran, integrando una cerrada unidad. Su lenguaje refleja el rostro del continente dionisíaco: luminoso, enigmático, irónico, grotesco, voluble, sádico, tierno y casi siempre simbólico. Como en la Biblia -novela del cosmos-, la totalidad pretende ser absorbida (y con ella el Bien, el Mal, el Gris), pero la frustración amputa proyectos.