El autor analiza y discute la empresa como nuevo monumento cultural, la tarea de los expertos en calidad de vida y su función en una nueva sociedad terapéutica.
Tomas Abraham inicia una pesquisa filosófica y no se detiene ante las impugnaciones que dictan «el buen gusto» y la convivencia (la que esconde las contradicciones para simular seriedad y rigor intelectual). No lo detiene. Observa, analiza, compulsa. Sus preguntas no interrogan esas zonas del discurso para las cuales se han inventado ya benévolas excusas, sino las otras, las peligrosas.
Desde 1989, reflexiona Abraham, el factor económico es la clave que permite descifrar los anhelos y las frustraciones de la sociedad. ¿Por qué? Porque el factor económico no se reduce a la economía, no se limita a la producción y a la distribución de riquezas sino que acusa la visible emergencia de nuevas formas de vida. El factor económico revela el diagrama de las mutaciones culturales.
De las historias de vida de los archimillonarios al encuadre histórico de la ideología empresarial, de «la puesta en sorna» (con el mayor respeto) de la literatura de autoayuda a la meditación sobre la moral y el dolor en los campos del exterminio, La empresa de vivir, como los libros anteriores del autor, traza una línea osada y firme e incorpora al pensamiento argentino una nueva manera de hacer las cosas.
Una nueva manera capaz de abrir discusiones aparentemente concluidas o censuradas, de expandir los efectos de un conflicto intelectual hacia áreas desprestigiadas o ignoradas de inaugurar una pasión para abolir la ironía autoindulgente y los entredichos ufanos. Porque logra trasformar el malestar en un problema y la dificultad y el obstáculo en una interrogación crítica, La empresa de vivir es un libro decisivo. Y algo más, algo que merece nuestra gratitud o por lo menos nuestra atención: porque ese libro decisivo e importante es también una investigación filosófica donde la busca de la verdad no renuncia al humor y se permite reír y hacernos reír.