A Andi nunca le gusta nada, por eso siempre tiene cara de col avinagrada. Lo que tiene no lo quiere, y lo que quiere no lo tiene. Cuando va a la escuela no saluda a nadie ni alza la vista. Un día encuentra a una anciana que, apenada porque él siempre está triste y le concede tres deseos. Andi no le presta atención. Pero se le cumplen los tres deseos, entonces contemplará todo con nuevos ojos.