Acompañando a las catedrales góticas de la Baja Edad Media surgen una escultura y una pintura características que resultan también inconfundibles. Las formas, sobre todo los cuerpos humanos, van cogiendo un aire natural del que carecían en el románico y vuelven profundizar en la realidad vital sentando las bases de lo que luego va a llamarse Renacimiento.