«Todo ha cambiado.» Se advierte en uno de los poemas de La impaciencia, y se insiste: «todo ha cambiado.» Ha sucedido así, o no: a esa sensación contradictoria —a esa duda que nadie nos obliga a resolver— se enfrenta Guillermo Morales Sillas.
Este es un libro de poemas que tiene que ver con lo que ocurre y con lo que no ocurre, con aquello que se espera o se adivina o se intuye, y sin embargo nunca se concreta. Es también un libro de poemas que sin embargo huye de la sensación del fracaso o la decepción, o no: un libro de poemas que unas veces habla sobre el fracaso o la decepción, otras sobre la plenitud y la alegría, y que también se sienta a mirar sin más, a que la vida se complique o se arregle.
La impaciencia nos cuenta la rutina y nos cuenta también la trascendencia, sin entenderlas como antónimas; habla de la familia —de la que venimos, a la que vamos— y de la soledad, del amor y la costumbre, del trabajo y del ocio, del paisaje no como adorno sino como elemento con voz y casi voto. Guillermo Morales Sillas maneja el lenguaje como quiere, con feliz deseo de experimentar, y maneja el humor y la ironía, y mantiene que «todo ha cambiado», pero también que «sale un sol nuevo.»
Este libro se decide y no. Quizá se trate de que nos enfrentamos a todo con demasiada prisa: estos poemas ensayan otros ritmos.