En La ley del padre Martha Robles (1948) parte de su reconocimiento como criatura desamparada ante la muerte para reflexionar sobre el sufrimiento que ésta causa; el caos interno y el clamor que se resiste a lo que no es posible comprender. De la mano de Dios, o de la angustia, elabora un paseo por su vida y las presencias indestructibles que la vigilaron o la atormentaron; le mostraron el desasosiego del mundo y lo sagrado.