Álex vuelve a Algorta siete años después de perder a su novia Libe en un inexplicable accidente de coche. Desapareció sin dejar rastro y nada se ha sabido de él durante todo ese tiempo. De hecho, nadie le espera. Él mismo se encargó de quemar todos los puentes en su huida, atrapado en una espiral de autodestrucción de la que no era capaz de escapar. No encontró otra respuesta que huir para poder encontrar un camino. Al regresar, su primer paso consistirá en establecerse en la casa que los dos compraron pero que nunca llegaron a habitar. Sentada en las escaleras que conducen a su puerta, Álex se encuentra con una niña, Anita, que espera el regreso de su madre. Ellas dos, madre e hija, también huyen de un pasado que aún las persigue, de un peligro latente que parece imposible de esquivar, el de un hombre violento que las acosa y hostiga sin cesar. Álex no puede evitar involucrarse. Sus caminos se encuentran y se funden hasta convertirse en uno solo, el que les debe llevar desde el desastre hasta la puerta de una nueva oportunidad.