«Tabor cuenta, pues, las historias que conforman la vida de cualquiera de nosotros: pequeños traumas, grandes abandonos, emociones que dejan huella o una catástrofe de la que alguien sale ileso casi por milagro. Y recuerda también algo que todos sabemos: que son esas desgracias frustradas las que muchas veces nos obligan a replantearnos todo lo que hemos vivido con anterioridad, y a dotarlo de sentido.»
Care Santos, El Cultural
Hay momentos en que una mujer o un hombre miran dentro de sí y se dan cuenta de que llevan tiempo caminando por la cuerda floja. La vida los ha transformado y, abocados a la tragedia o quizás a la felicidad, ya no son quienes creían ser.
Elaboradas con la materia prima de esos momentos de crisis, que nutre la gran literatura desde siempre, las historias de los personajes de La pértiga del funambulista conforman un álbum de familia, un puñado de instantáneas que, enlazadas en su árbol genealógico, nos muestran la intrahistoria más reciente de esa España indefinible que se asoma a Europa: desde la Segunda República hasta los atentados del metro de Londres.