Con una combinación de prudencia, meticulosidad y suerte, había conseguido actuar durante más de diez años sin que la policía de los tres países en que operaba sospechase siquiera que el atracador solitario que buscaban era una mujer y no precisamente joven. Ahora, por fin, le faltaba por dar un último golpe y se retiraría definitivamente. Solo que esta vez no era como las otras. Había algo que le impedía concentrarse, una complicación que ella sola se había buscado. Aquella chica, Virginia, su invitada forzosa.