"Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado fui siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo, ambicionaba el don divino del amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta". Publicada en 1924, La vorágine es una de las obras más reveladoras del conflicto entre el cosmopolitismo y la naturaleza en América Latina. Narrada por el joven poeta modernista Arturo Cova, La vorágine cuenta su huida de la civilización, de Bogotá, acompañado por su amante, Alicia, y su internamiento en los llanos hasta llegar a la selva, donde son testigos directos de como la fiebre del caucho ha llevado a la explotación brutal de indígenas y mestizos esclavizados. La vorágine es al mismo tiempo una novela compleja, cuya estructura basada en el «manuscrito encontrado», permite al propio autor, José Eustasio Rivera, presentarse como editor y prologuista, y una obra una denuncia social sobre la violencia en la naturaleza, personaje fundamental de la novela, cuya frase final es: ¡Y los devoró la selva!. La vorágine es la obra más importante del José Eustasio Rivera y está considerada como un clásico de la literatura colombiana y latinoamericana. "La vorágine se las ha arreglado para plantarse hasta hoy, casi cien años después de su publicación, como una obra inclasificable, imposible de digerir, siempre abierta a nuevas claves. [] La vorágine es puro exceso y sus intrincados juegos con la lengua, con las figuras autorales, con las narraciones laberínticas en distintas voces, otorgan a la novela una textura alucinatoria capaz de hacer convivir en una misma imagen la extrema crueldad y la extrema belleza. Al final no sabemos si estamos asistiendo a algo abominable o a algo sublime. Los valores contrarios parecen girar en un ciclo vertiginoso, cambiando de apariencia de un instante al otro. -- Prólogo de Juan Sebastián Cárdenas