Tras los movimientos de protesta radical de finales de los sesenta, varios países desarrollados sufrieron una oleada de terrorismo revolucionario. Grupos como las Brigadas Rojas en Italia, la Facción del Ejército Rojo en Alemania, los GRAPO en España o el Ejército Rojo Unido en Japón provocaron crisis políticas con sus acciones armadas. Hubo otros países, sin embargo, en los que o bien no aparecieron estos grupos o, si surgieron, no cometieron atentados mortales. Las naciones que siguieron un patrón iliberal en el periodo entre las dos guerras mundiales (definido por la presencia de terrorismo anarquista, quiebra de la democracia, desigualdad de la tierra, capitalismo intervencionista e industrialización tardía) experimentaron el terrorismo revolucionario décadas después. Estos países se caracterizan, además, por haber tenido una tradición débil de individualismo en el largo plazo, con fuertes resistencias a la implantación del capitalismo y la democracia.