Es verano en el castillo de sir Buckstone Abbott, y el buen tiempo enciende las pasiones: Joe Vanringham –más conocido como Tubby– languidece por Imogene Abbott –más conocida como Jane–, quien a su vez suspira por Adrian Peake, y cree ser correspondida por él. Pero Tubby sabe algo que Jane ignora: Adrian es una especie de perrito faldero –o gigoló, según los días–, de señoras acaudaladas, y ahora está comprometido nada más y nada menos que con la formidable madrastra de Tubby, la princesa Von und Zu Dwornitzchek, antaño conocida como señora Vanringham… Y hay una vuelta de tuerca más en esta divertidísima ronda de pasiones estivales: el padre de Jane, el no menos tremebundo sir Buckstone Abbott, ha planeado venderle a la rica viuda su solariega mansión –solariega y horrible, todo hay que decirlo–, para salvar así sus maltrechas finanzas.
Una vez más, el humor de Wodehouse, su fantasía inagotable, capaz de crear paraísos desopilantes, nos convence de que la vida –al menos en sus libros–, es un permanente y absurdo regocijo.