En tanto poeta, José Homero ha decidido privilegiar el sentido de la vista: sus poemas son construcciones imaginales que al desplegarse reconstruyen un mundo de valores alterados y febriles. En su obra hay una conexión directa entre el poema que ocupa la página y el soplo de la inquietud que se apodera de la conciencia del lector. Sus versos están inscritos en la mejor tradición de las vanguardias hispánicas: su mundo es hostil y es otro, pero siempre regresa al nuestro. Creador de vena decididamente terrestre, mira al mundo como una serie de casualidades que, de pronto, pueden prodigarnos una gota de belleza gracias al conjuro del poema.