Marcelo Trinidad Alcasser no tiene pasado. Su temprana orfandad lo dejó sin historia, sin una tradición oral que le permitiera reconocerse en un tiempo y un lugar concretos. Inmerso en la locura, no tiene más remedio que inventarse un pasado, una memoria improbable para tener un relato que contarse.
Su nieto rescata los diarios que Alcasser escribió durante sus estadías en el psiquiátrico, en los que registra esa historia personal creada entre delirios. En ellos aparece como una obsesión incesante la figura de Pablo Palacio —el escritor más importante de la literatura ecuatoriana y el único personaje real de esta historia— así como el famoso manuscrito perdido de su novela Ojeras de virgen.
Con tonos falsamente históricos y filosóficos, este relato conduce al lector hacia el lado B de las narraciones oficiales para encontrar que inventar el pasado de su familia se parece mucho a inventar la historia de su literatura y de su nación. Actos igualmente desesperados y, a lo mejor, inútiles.