Un jefe policial en medio de la guerra entre dos narcos.
Sicarios extranjeros buscando explosivos militares en Montevideo. Un topo de la DEA que atina a dar una alerta providencial.
Gabriel Pereyra rescata un episodio hasta el momento desconocido del periplo profesional del implacable policía antidrogas Julio Guarteche, dejando en evidencia la perversión de límites que maneja el narcotráfico.
A través de sus columnas que durante 25 años aparecieron en El Observador y en Búsqueda, el periodista ilumina los vericuetos del siempre sensible debate sobre la seguridad pública, fijando posición, en muchas ocasiones, contra la corriente mayoritaria que piensa que este complejo asunto se soluciona con un cambio de autoridades.
En estos textos, la seguridad adquiere perfiles tanto de crónica policial como de denuncia social. Y el discurso de que la pobreza y la delincuencia no tienen un vínculo entre sí se da de bruces con un dato indiscutible: casi la totalidad de los presos son pobres o provienen de hogares marginales.