Usamos la palabra monstruo para hablar de lo diferente, lo antinatural, lo abyecto; es decir, de aquello a lo que buscamos oponernos. El monstruo siempre es el otro. Al despojarlo de humanidad, sus acciones adquieren una dimensión mítica que, con el tiempo, se convierten en lugares comunes para la pedagogía y el moralismo.
«Mi madre quiso matarme cuando nací». Así empiezauno de los once cuentos de este segundo libro de Romina Paredes; un volumen donde se explora la violencia de una madre, de un Estado precario, del clasismo limeño y de la impunidad con que opera el statu quo; al tiempo que parafilias como el síndrome de Humbert Humbert o grabar a personas en baños públicos para luego colgar el registro en sitios web adquieren dimensiones de experiencias comunitarias. Más que una crítica, Paredes realiza una inmersión en lo monstruoso de nuestro carácter como civilización, para sacarlo a flote en una demostración ejemplar de apnea literaria.