Homenaje, no. Más bien, un complejo acto de sinceridad. Eso es lo que nos entrega Federico Reyes Heroles para gozo del lector.
Orfandad es más que una biografía de Jesús Reyes Heroles, es el recuerdo de Federico, su hijo, a treinta años de su muerte. Un hombre que por tres décadas transitó por los entretelones del poder en México.
"Conoció nietos que difícilmente lo conocieron a él. Murió con dignidad y sin arrepentirse de su forma de vida. No hubiera sido lo que fue sin ser lo que era todos los días. Se ríe y se seguirá riendo en mi memoria."
¿Es el parricidio una condición de la libertad? ¿Puede un escritor galopar en su creatividad sin antes haber terminado con el peso de la figura del padre? ¿O quizá estamos ante un estereotipo, ante una de esas imágenes que no sabemos, bien a bien, quién impuso o nos impuso?
Jesús Reyes Heroles no sólo fue un prominente político durante los gobiernos de Ruíz Cortínez, Echeverría, López Portillo y De La Madrid. También fue un padre. Un padre que murió joven. Apenas había cumplido sesenta y dos años cuando citó a sus dos hijos y a su esposa para avisarles que iba a morir. La causa, una enfermedad terminal. Federico tenía treinta años en esa época. Desde entonces, han pasado otras tres décadas. Federico Reyes Heroles nos entrega en Orfandad, un libro sobre su padre. Un hombre que transitó por los entretelones del poder. Un político prominente durante dos décadas, en las que dirigió Pemex y fue Secretario de Gobernación.
Cuando el padre es un hombre público, los recuerdos sobre él no son un patrimonio familiar, sino del obligado conocimiento ciudadano. Cómo contar ambas historias -la privada y la pública, entrelazadas irremediablemente- sin contravenir los códigos de lo privado y de lo público. Ese es el reto de este libro. Llevar al lector por los laberintos personales y del porqué de ciertas decisiones públicas.