Una tarde, Martín estaba leyendo muy entretenido sobre la vida de Manuel Rodríguez, cuando le pareció oír: —¡Oye, ayuda, oye, ayuda!
Martín se asomó a la ventana, pero no vio a nadie en la calle. Al poco rato, de nuevo escuchó:
—¡Oye, ayuda, oye, ayuda!
Esta vez, Martín siguió el sonido hasta que descubrió quién hablaba: el loro de la casa del frente. El niño retomó su lectura, pero el loro insistió. En honor a Manuel Rodríguez, Martín decidió ayudarlo...