Estas historias hablan de los secretos que asombran en lugares tan cotidianos como el Palacio Salvo o la Universidad Católica, de las cadenas y los grilletes que aún retumban en el Castillo Masúa y en la vieja calera de las huérfanas; de los encantos que prortegen las dos tumbas del Graff Spee y de los que dieron nombre y misterio a la playa de la Mulata donde, alguna vez, cantó Gardel.
Son relatos que, desde la tan ignorada tradición oral uruguaya, vuelven fascinantes nuestras esquinas y nuestros pueblos, edificios y estancias, lagunas y Cerros. Por mucho más de dos siglos, el nuestro fue un país que barrió sus magias populares bajo las alfombras rojas del discurso racional y moderno, pero no pudo evitar que brujas, espantos, lobisones y orixás le sigan dando vida a fogones y charlas de boliche, círculos secretos de vecinas y encuentros inolvidables de abuelas y nietos.