El padre Mario fue más que un sanador. Fue un trabajador social en toda la extensión del término. Transgresor, rebelde e infatigable, el padre Mario pasó de ser perseguido por su supuesta condición de "manosanta" a ser reconocido y respetado por médicos y sacerdotes.
José Mario Pantaleo, conocido como el legendario padre Mario, es uno de los personajes más notables de las últimas décadas. Nacido en Italia, tuvo desde chico una fuerte vocación religiosa y una profunda conexión con la Argentina. Tanto fue así que a los treinta y tres años, ya ordenado sacerdote, se instaló definitivamente. Desde joven comenzó a descubrir en sus manos el poder de la sanación, que aceptó como la misión que Dios le había encomendado. En su condición de sanador, fue durante toda su vida una verdadera incógnita para los profesionales de la medicina. Capaz de practicar la bilocación (estar en dos lugares al mismo tiempo) y de diagnosticar enfermedades solo con la imposición de manos o con su péndulo, Mario llegó a adquirir una estela tan genuina de «milagroso» que cada vez que viajaba a Alemania, por ejemplo, los mismos sacerdotes germanos lo paseaban por los hospitales para que asistiese a los enfermos. Amante y estudioso de la filosofía, fue amigo personal de políticos, empresarios, líderes mundiales y consagrados escritores. Pero Mario Pantaleo no fue solamente un sorprendente sanador. Fue un trabajador social en toda la extensión del término. Su obra en González Catán, declarada de interés nacional por el gobierno argentino, y que hoy brinda casi todos los servicios que requieren los vecinos de la zona, nació desde un terreno vacío que Mario compró con sus pocos ahorros.