La diversidad de intereses y registros que impulsan la escritura de Juan Jesús Aznar son evidentes en los poemas que conforman Paisajes del Iceberg, poemas que tienen también el eco de muchas lecturas ‒otra forma de experiencia, y no menor‒ tanto de nombres fundamentales de la literatura como de la cultura popular o de la ciencia, e, incluso, un punto de humor.
La poesía aznariana es reflexiva y existencial y puede parecernos en ocasiones dura, con un profundo sentido trágico de la existencia incluso cuando plasma la vida cotidiana. Por los mismos motivos es una poesía vitalista, que exalta el sentido de la vida por sí misma. Juan Jesús Aznar no se pregunta para qué sirve vivir. La certeza de la muerte, del fracaso, del dolor no le exime del vitalismo, al contrario, le refuerza en la idea de que la vida sirve para vivirla igual que la rosa es bella sin un porqué.
«Estos poemas son hijos del insomnio y de mi propia vida. Con ellos he querido recuperar a los seres azules de mi infancia, el sabor de la conversación, la búsqueda del yo profundo, el dolor del amor que nos deja, la alegría del amor que nos retoma y el hallazgo de un ser que se sabe en los demás.»