Para parar las aguas del olvido no son solo las memorias de infancia
y juventud de Paco Ignacio Taibo I, sino también las de
sus amigos Ángel González, Manuel Lombardero o Carlos Bousoño;
personajes claves en nuestra historia literaria reciente. Aunque
la vívida estampa que plasma de aquel Oviedo de la
postguerra y de las cartillas de racionamiento, de los desfiles imperiales
y de los himnos altisonantes, convierten en Para parar
las aguas del olvido en las memorias de toda una generación:
la de los «niños de la guerra», con su anhelos y sus carencias, sus
aspiraciones y sus decepciones, que tan fundamentales fueron
para el devenir de España y de su cultura en los años cincuenta
y sesenta.
Y, sin embargo, como señala con acierto Luis García Montero en
su prólogo, Para parar las aguas del olvidolejos está en su relato
del patetismo; es más, se sirve de la imaginación y de la ironía
para dejarnos un retrato todavía más conmovedor y palpable de
aquellos días herrumbrosos y destartalados cuando «media España
ocupaba España entera».
Relato imprescindible para acercarse y sentir un tiempo crucial,
aunque todavía nos pese, de nuestra historia.