En el primer volumen de Pensar México intenté aproximarme a nuestra realidad desde el lenguaje, analizando el extravío de los significados a causa de un fenómeno enraizado en la mexicanidad: la relativización de cada concepto.
Hoy encuentro una sociedad que abandonó la intención de entenderse; abdicamos de preguntarnos sobre nuestro futuro y sustituimos el cuestionamiento de certezas por la incertidumbre de la ilusión.
De alguna forma, parece que nos hemos convencido de que nuestra historia política se puede reducir a cambios de gobiernos, de leyes, a sustitución o adorno de vicios administrativos y relativizaciones éticas.
Hemos relegado la posibilidad de aceptarnos como producto de nuestras propias discrepancias fundacionales. ¿Cuánto tiempo resiste unpaísen confrontación consigo mismo? Ensimismados en lo que llamamos coyuntura, legitimamos la disfuncionalidad y renunciamos alpensamiento crítico. Si no es crítico tampoco será pensamiento.
En México, la sobrepolitizaciónde la vida no arrojó mayor conciencia política sino el desorden precursor de la canibalización, en un entorno donde la existencia política de unos parece depender de la inexistencia de los otros.