Estos Poemas paralelos —«o “para lelos”», según precisión del autor— datan de mediados de los años ochenta, aunque el volumen no quedaría articulado hasta 1994, cuando Nieto se los confía al Ayuntamiento de Jaén para una edición que quedaría postergada sine die. Pese a todo, el poeta lo seguiría redondeando hasta el verano de 2005, escasas fechas antes de su muerte, un conjunto que, atravesado por la iconoclasia de César Vallejo y el quietismo de San Juan de la Cruz, supone la mejor manifestación de la poesía ingeniosa e inteligente, ingenua e intelectual —en palabras del prologuista a esta edición— de un hombre «cuya obra va a reencontrarlo con sus sentimientos más recónditos, con los deseos misteriosos de su vida», de un «artista que va a perderse por el juego laberíntico del arte, por los correlatos de un mundo que jamás se deja conocer del todo a través de las razones de la ciencia». Compuesto por toda clase de aforismos y greguerías morales, apotegmas, arabescos barrocos, fogonazos expresionistas, chistes dadá, coplas flamencas y sentencias lapidarias sobre la mendaz sociedad tardofranquista que el libro revela, Poemas Paralelos refleja el formalismo extremo, la reflexión rebelde y la raíz sarcástica, cuando no misántropa, de un autor que, tras sufrir la mayor de las desatenciones, cuando no la abierta hostilidad del establishment literario, terminaría convertido en representante de la mejor poesía emergente; de un hombre al que esta obra, siquiera tardíamente, pretende brindar un poco de justicia.