"El cáncer aún es incurable en muchos casos. Pero yo pertenezco al grupo de las beneficiadas por el progreso de la ciencia. Un par de meses de radioterapia, unos cuantos años de Tamoxifeno, controles periódicos, y a otra cosa. O, mejor dicho, a soportar los daños colaterales de la medicación hormonal. Pero estoy viva y tengo mis tetas. ¿Qué cambió entre esas mutiladas y yo? La investigación clínica", escribe Bibiana Ricciardi en este libro que es, a la vez, una historia personal —la de la autora— y colectiva: la de los seres humanos que ingresan a protocolos de investigación científica en los que se desarrollan los medicamentos que, después, llegarán a las farmacias, desde un analgésico hasta un tratamiento para el cáncer. A través de testimonios de pacientes, líderes de laboratorios, funcionarios públicos, investigadores y médicos, Ricciardi se sumerge en el mundo de la industria farmacéutica y se hace una pregunta incómoda: ¿Es cruel la única forma que encontró la ciencia para probar la eficacia de drogas y procedimientos nuevos? ¿Las personas que ponen el cuerpo para esto lo hacen por altruismo, por desesperación, porque es la única forma que tienen de acceder a una cura que, de otra manera, sería inalcanzable? ¿Todas cuentan con información suficiente para evaluar los riesgos a los que se exponen? Poner el cuerpo es el diario de una enfermedad, una crónica, una investigación periodística y una excavación tan delicada como profunda en un terreno minado.