La poesía, como Dios, como la vida, no puede verse desde afuera: si ella es, estamos en ella. Tomamos las formas que ella toma, cada vez, estamos en medio de las imágenes que empiezan a girar, serenas o enloquecidas, y en ella somos lo más pequeño e insignificante; desaparecemos incluso. Un poema nos borra. Nos rodea y nos ocupa, por un instante.
Los poemas de Horacio Benavides son espacios de emoción o de visión muy concentrados. Las presencias en ellos pueden ser inquietantes, poco familiares, traídas de otro mundo, como fogonazos que tienen la fuerza del sueño. Algunas tienen la calidad leve y transparente de la luz, o del aire. Otras surgen de la sombra y del oro del claroscuro
Desde sus primeros poemas, y resurgiendo a lo largo de toda su obra, se abre paso una mirada que puede llegar al corazón de las cosas, o de un instante, y llega muchas veces con ternura, o con ironía, pero se abre paso solo a través del lenguaje que transforma las cosas para dejarlas ser lo que son.
Selección y prólogo a cargo de la escritora Andrea Mejía.