Pese a su prodigiosa riqueza, Mónaco dista mucho de ser la ciudad más bella de la Riviera francesa. El mundialmente famoso Montecarlo es, ante todo, una oda al cemento y al cristal. Presidido por elevados hoteles, yates descomunales y bloques de apartamentos que se alzan sobre las colinas como fichas de dominó, posee un trazado urbano aparentemente diseñado para confundir a los modestos peatones. El contraste lo pone el afloramiento rocoso conocido como Le Rocher, que sobresale en el lado sur del puerto y está coronado por una bella ciudad antigua, sede del palacio real del principado.
• Casino de Montecarlo: Empaparse de su glamurosa historia en un circuito diurno, o codearse con los jugadores por la noche.
• Gran Premio de Fórmula 1: Emocionarse al ritmo de los motores en la prueba automovilística más emblemática del mundo.
• Musée Océanographique de Monaco: Ver juguetear a los peces y zambullirse en la historia de la exploración submarina.
• Mapas.
• Transporte.
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