A sus cuarenta y seis años, Natalia, maestra de escuela en un pueblo a dos horas de la capital, vive todavía en casa de su madre, una discapacitada que depende por entero de ella. Pero en las noches, en un pequeño cuarto que año tras año ha acondicionado para ese propósito, vive en Venecia. Una Venecia de canales trazados con tiza, construida con cartón, icopor, ladrillos en miniatura y sobre todo historias: delirios circulares que se cuenta a sí misma, basados en los libros que la obsesionaron de niña. En esa ciudad imaginaria no se sufre ni se envejece, y los pocos aventureros que logran pisar sus calles regresan a su infancia y se dedican a jugar para siempre. Pero, por mucho que uno se esfuerce por evitarlo, la vida no se detiene. De improviso, circunstancias fuera de su control fuerzan a la soñadora a aceptar que no se pueden habitar dos lugares al mismo tiempo, mucho menos cuando uno de ellos no existe. Hace once años, un jurado compuesto por Melba Escobar, Carolina Sanín y Juan David Correa le otorgó a esta breve y bella primera novela el Premio Nacional "Ciudad de Bogotá".