Rembrandt alcanza una expresión artística del movimiento vital hasta entonces desconocida: una expresión que no puede traducirse en un método o un estilo sino que depende por entero de su genio. Como demuestran sus retratos, el problema "pictórico" de Rembrandt es sencillamente la representación de una totalidad humana viva, justamente en tanto problema pictórico, y no psicológico, metafísico o anecdótico: su pintura plasma la movilidad de la vida interior.