El Sandunga reza cada mañana: «alcohol nuestro de cada día, no nos desampares ni de noche ni de día», y luego de beber el primer trago de aguardiente, sale a hacer su voluntad, sin ansia, sin destino, dejando que la vida fluya. Esta es la trama destramada de esta portentosa novela, sobre los avatares de un indio mexicano que sale al mundo para hacerlo suyo mientras se inmiscuye en sucesos no por cotidianos menos maravillosos, con frecuencia trágicos, pero siempre vistos y narrados a través de sus increíbles delirios.
De modo que, Sandunga, emparenta con otra notable novela que acaece en territorio mexicano, Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, o con la ya hispánica Fauna de Héctor Vázquez Azpiri, ambos relatos hilados sobre una melopea alcohólica. Por tanto, la lectura de Sandunga es, como estas otras dos enormes novelas precedentes, por encima de una lectura entre el patetismo y la hilaridad, una experiencia vital sorprendente.