Anuncios de neón, pantallas y altavoces dominan la ciudad: ventas, órdenes y entretenimiento son el paisaje sonoro. La urbe es tan inmensa como hostil, pero no lo es todo. Hay algo más allá. Es cuestión de franquear el muro, la barrera entre la miseria de Andrés y su libertad. Él, que en otro tiempo habría sido un joven, vive para trabajar, paliar su enfermedad y abandonarse a las alucinaciones que le induce un aparato. Hasta que empieza a ver los conejos azules…