En los años ochenta en Lagos de Moreno, un pueblo donde hay más vacas que personas y más curas que vacas, una familia más bien pobre intenta sobreponerse a los estrambóticos peligros de vivir en México. El padre, un profesor de civismo filohelénico, se obstina en practicar el arte del insulto, mientras la madre prepara cientos de quesadillas para atender a los manoteos de su numerosa prole: Aristóteles, Orestes, Arquíloco, Calímaco, Electra y Cástor y Pólux, los gemelos de mentira.
Confinados en una precaria casa, situada en lo alto del cerro de la Chingada, presencian la revuelta de los cristeros contra el PRI y su enésimo fraude electoral. Éste es el punto de partida de las aventuras de Orestes, protagonista y narrador de esta historia, su descubrimiento de la lucha de clases y su hilarante cruzada contra el aburrimiento pueblerino y la tiranía de su hermano mayor. Todo cabe y todo vale en honor del disparate: vacas inseminadas, toros coleados, inmigrantes polacos, peregrinos sanjuaneros, naves espaciales, botoncitos milagrosos, sandías psicodélicas y muchas, muchas mentadas de madre.
Si viviéramos en un lugar normal es la segunda entrega del Tríptico de los dos dedos -llamado así en homenaje a Jorge lbargüengoitia-, compuesto por tres novelas independientes, que se inició con Fiesta en la madriguera, en el que el autor se propone deconstruir la idea de que México es un lugar mágico, maravilloso o surrealista, para decir que sencillamente México está jodido.